El teflón fue descubierto en 1938 por un químico llamado Roy Plunkett que trabajaba para la empresa Dupont, en un proyecto que buscaba desarrollar un nuevo tipo de gas refrigerante para ser utilizado en sistemas de refrigeración. Para ello, Plunkett estaba utilizando tetrafluoroetileno, un gas muy inestable y altamente inflamable.

En un día de 1941, Plunkett descubrió que uno de los cilindros de tetrafluoroetileno que había utilizado en sus experimentos había dejado de ser gaseoso. Al abrir el cilindro, descubrió que su contenido se había convertido en una especie de polvo blanco y ceroso, que era completamente diferente al gas que había utilizado en un principio.

Este descubrimiento fue una sorpresa para Plunkett y su equipo, ya que el polvo blanco y ceroso tenía propiedades muy diferentes a las del tetrafluoroetileno original. El nuevo material era extremadamente resistente a la temperatura, además de ser muy resistente a la adherencia de sustancias. Así nació el Teflón, que es una marca registrada de Dupont.

Este descubrimiento se volvió muy popular durante la Segunda Guerra Mundial, cuando fue utilizado en los sistemas de tuberías y en los equipos militares. Posteriormente, se descubrieron más aplicaciones para el Teflón, como en la fabricación de utensilios de cocina antiadherentes, en la producción de cables de alta tensión y en la industria aeroespacial.

En la década de los 50, Dupont comenzó a comercializar su descubrimiento como un producto comercial. En poco tiempo, se convirtió en uno de los materiales más populares en la industria, debido a sus propiedades. En la actualidad, el Teflón sigue siendo muy utilizado en la fabricación de utensilios de cocina antiadherentes, así como en la producción de piezas para maquinarias y equipos de alta tecnología. Además, se ha utilizado en la fabricación de implantes médicos, debido a su capacidad para resistir la adherencia de sustancias biológicas.

Con seguridad, podemos decir que el Teflón es uno de los materiales más populares y versátiles en la actualidad, debido a sus propiedades únicas y a su capacidad para resistir altas temperaturas y evitar la adherencia de sustancias. Su descubrimiento, por parte de Roy Plunkett en 1938, fue un hito en la historia de la química, y su uso ha sido fundamental en numerosas áreas de la industria y la tecnología.